El mar absorbe parte del carbono de la atmósfera, pero esta capacidad se reducirá en el futuro.
Es sorprendente que los negacionistas climáticos no suelan hablar del océano como sumidero de carbono. Es decir, sería sorprendente, si conocieran la ciencia al respecto. El paisaje del negacionismo del cambio climático ha ido cambiando con el tiempo. Algunos observadores e investigadores sociales suelen decir que antiguamente el argumento predominante era negar la mayor, la existencia de un calentamiento global. A medida que esta defensa se volvió insostenible, el negacionismo se desplazó a otra postura: aceptar el calentamiento, pero atribuirlo a causas naturales.
Lo que no ha cambiado a lo largo de estas mutaciones del negacionismo es el hecho de que siempre ha ignorado la ciencia del cambio climático. Un ejemplo algo tonto, pero útil. Pepe ha muerto asesinado, y existe una avalancha de pruebas contra Juan: sus huellas en el arma del crimen, su ADN, varios testigos vieron a Juan entrar en casa de Pepe, oyeron un disparo y luego vieron a Juan salir de casa de Pepe pegando tiros al aire y gritando que acababa de cargarse a Pepe. Pero hete aquí que llega alguien que acusa en su lugar a Manolo, porque Manolo es pelirrojo y en la escena del crimen se halló un pelo de ese color.
Se entiende que, para poder acusar realmente a Manolo, no solamente habría que presentar alguna prueba más sólida en su contra; sino también y sobre todo, desmontar toda la panoplia de pruebas aplastantes que ya existen contra Juan. Del mismo modo, los negacionistas climáticos llevan años rebuscando algún pelo rojo para esgrimirlo como prueba de que el calentamiento global es de origen natural. Pero pasan por alto, y por supuesto no rebaten, el 99,9% de los miles de estudios publicados que han llegado a una misma conclusión sólida: el cambio climático es obra humana.
Y así es como llegamos a nuestro caso de hoy. Si se hubiesen molestado en estudiar y enjuiciar la ciencia relevante, los negacionistas climáticos podrían haber encontrado un argumento a su favor: ya es prácticamente imposible —en ciencia siempre conviene añadir un “prácticamente”— refutar la conclusión de que el cambio climático es obra humana. Pero, podrían decir, no es necesario que hagamos nada al respecto, porque los océanos y la biomasa terminarán absorbiendo el exceso de carbono en la atmósfera y devolviendo así al clima su regulación natural.
El regulador natural del clima
Y, de hecho, esto es cierto. No del todo, claro, y de eso se trata. En concreto, de lo que se trata ahora es de que, para desgracia de todos, parece que hemos sobreestimado la capacidad de los océanos para absorber el carbono atmosférico sobrante y devolver el clima a su estado natural.
El año pasado publiqué aquí una explicación algo detallada y extensa, aunque pretendía ser sencilla, sobre las causas del cambio climático. Contaba entonces que para entender bien cuál es el problema con la extracción y quema de combustibles fósiles es necesario conocer un mecanismo terrestre llamado ciclo de carbonatos-silicatos, en el que están implicados procesos geológicos y atmosféricos, y que actúa como regulador general del clima. Cuando sacamos los combustibles fósiles de este largo ciclo de millones de años y los quemamos, estamos desviando todo el carbono que contienen a otro ciclo más rápido, el del carbono de los seres vivos y la biosfera. Y al arrancar al ciclo lento el material que necesita para esa regulación del clima, el termostato natural terrestre se avería.
Pero pese a todo y en la medida de sus posibilidades, el ciclo natural va a intentar compensar el desequilibrio. Al emitirse más carbono a la atmósfera, aumenta el efecto invernadero, y la subida de las temperaturas potencia la evaporación del agua, lo que a su vez incrementa la lluvia y la acción de la intemperie sobre las rocas. El efecto de estos procesos es una retirada de carbono de la atmósfera, lo que tiende a reducir el efecto invernadero y bajar las temperaturas. El océano actúa como sumidero de gran parte de este carbono, y sirve como conexión entre el ciclo rápido y el lento: recoge carbono del ciclo rápido y, almacenándolo en forma de carbonatos en los seres vivos, lo devuelve al interior de la tierra para reintegrarlo en el ciclo lento de los silicatos.
Entre 1994 y 2007 los océanos capturaron el 31% del CO2 vertido a la atmósfera
A lo largo de la historia del planeta se ha mantenido un balance entre el carbono que absorbían los océanos y el que liberaban a la atmósfera. En la era industrial, los océanos se han convertido en un sumidero neto de carbono, ya que el aumento de este elemento en la atmósfera ha desplazado el equilibrio. Actualmente los océanos captan carbono a marchas forzadas; pueden tragarse hasta la mitad del que vertemos a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles. Un estudio calculó que entre 1994 y 2007 los océanos capturaron el 31% del CO2 que los humanos vertimos a la atmósfera en ese periodo. Y se ha estimado que a lo largo de siglos, tal vez milenios, los océanos llegarán a absorber hasta el 85% de ese carbono extra. ¿No es un buen argumento para los negacionistas?
Los mares se saturan
Un problema, claro, es que no podemos esperar siglos. Estamos hablando de un proceso lento; la Tierra se toma su tiempo. Y el hecho de que los efectos nocivos del cambio climático se estén manifestando hoy y vayan a agravarse en las próximas décadas es lo que lleva a los científicos a hablar de una EMERGENCIA climática.
Pero además, y como ya he adelantado, parece que hemos sobreestimado la capacidad de captura de carbono de los océanos. O al menos esa es la conclusión de un reciente estudio publicado en Geophysical Research Letters. Los investigadores han creado un modelo matemático de simulación terrestre, y han encontrado un “oh-oh”. Otros estudios anteriores ya habían detectado que la capacidad de captura de carbono de los océanos varía a lo largo del tiempo, sin que se supiera muy bien por qué. El nuevo estudio da una respuesta: resulta que el aumento de las temperaturas dificulta que el agua superficial de los océanos, más cálida, se mezcle con la más profunda y fría. Esta agua superficial acumula el carbono capturado y se acidifica. Actúa como barrera. Y llega un momento en que se satura y ya no puede absorber más carbono.
Así, los cálculos de los investigadores indican que hacia el año 2100 los océanos comenzarán a perder la capacidad de absorber carbono. Para el 2300 se habrá reducido a la mitad. Y esto implica que el calentamiento se acelerará y se amplificará, ya que la misma cantidad de carbono vertido a la atmósfera aumentará el efecto invernadero más que antes, y a su vez reducirá aún más la capacidad de captura de carbono de los océanos, lo cual a su vez… Ya se entiende. Un círculo vicioso nada bueno.
Claro que algo me dice que a muchos de los negacionistas les importa más bien poco lo que vaya a ocurrir a partir del año 2100, porque esa ya será otra legislatura. Y que apechuguen los que vengan.