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El primero en alertar de su existencia fue el biólogo británico Richard Thompson, que allá por los 2000 publicó un artículo denunciando la expansión de una plaga casi invisible de residuos plásticos en los océanos.

 En los últimos años, se han encontrado microplásticos en la cima del Everest, en las gotas de lluvia, en el agua del grifo y en el aire que respiramos. También se han hallado minúsculas trazas de estos residuos en el torrente sanguíneo, en los pulmones, en la leche materna y en los testículos.

"Se están encontrando microplásticos allá donde se los busque. Hace unos años, encontrar microplásticos en lugares remotos o en el cuerpo humano parecía algo excepcional. Ahora, en cambio, parece que es casi lo normal. Estamos ante un fenómeno mucho más extendido de lo que creíamos hasta ahora", comenta Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y una de las máximas expertas en microplásticos.

"Estamos ante un fenómeno mucho más extendido de lo que creíamos hasta ahora"
Ethel Eljarrat, experta en microplásticos.
Hace relativamente poco que la humanidad se ha percatado de la existencia de los microplásticos, unos minúsculos fragmentos de material casi invisibles al ojo humano pero que, según constatan miles de estudios, se están expandiendo por todos los rincones del planeta. El primero en alertar de su existencia fue el biólogo británico Richard Thompson, que allá por los 2000 publicó un artículo denunciando la expansión de una plaga casi invisible de residuos plásticos en los océanos. Más de una década más tarde, laboratorios de todo el mundo empezaron a indagar sobre el impacto de este fenómeno en distintos ecosistemas, seres vivos y, cómo no, en el propio cuerpo humano. Y fue ahí cuando se confirmó que estamos ante una verdadera crisis sin precedentes de la que, aunque empezamos a vislumbrar la magnitud, aún no conocemos su alcance.
 
Residuos casi invisibles

Las primeras definiciones de microplásticos hacían referencia a unos fragmentos de entre uno y cinco milímetros, más pequeños que una hormiga o un grano de azúcar, derivados de la degradación de productos que utilizamos en el día a día como, por ejemplo, las prendas de ropa sintética o los envases de plástico. En los últimos años, la comunidad científica se ha centrado en desarrollar técnicas para detectar fragmentos aún más pequeños y, así, ha logrado rastrear trozos de plástico del tamaño de una bacteria o de un virus. Si contamos todos los trozos de plástico incluidos en esta horquilla, hay estudios que estiman que una botella de plástico puede contener hasta 240.000 fragmentos de este material.

"Los laboratorios aún están afinando las técnicas para detectar microplásticos, porque se trata de algo extremadamente pequeño y escurridizo y que puede variar mucho en función de las herramientas y la escala que utilices para buscarlos", explica la investigadora Cristina Villanueva, del Instituto ISGlobal de Barcelona.

"Los laboratorios aún están afinando las técnicas para detectar microplásticos, porque se trata de algo extremadamente pequeño y escurridizo".
Cristina Villanueva, científica

Por eso mismo, según recalca esta experta, en estos momentos no tiene sentido comparar la tasa de microplásticos hallados en un punto del océano con los estudios centrados en ríos o en el cuerpo humano porque en cada caso se están utilizando técnicas distintas. "Es como comparar peras con manzanas", comenta Villanueva. "Ahora mismo no creo que el objetivo sea hacer un ranking de sitios más o menos contaminados, sino darnos cuenta de que este problema está en todos lados y necesitamos abordarlo cuanto antes", añade la especialista.

 Hay estudios en los que, por ejemplo, se señala el incremento de microplásticos en el aire derivados de la fricción de los neumáticos en las carreterasTambién hay trabajos que alertan de la presencia de microplásticos en el agua de grifo de las grandes ciudades españolas, desde Madrid hasta Barcelona. Varios informes estiman que el Mediterráneo alberga al menos 130.000 toneladas de microplásticos y que, además, la gran mayoría de especies que habitan estas aguas los ingieren de forma regular. Y de ahí solo hay un paso para que estos minúsculos residuos lleguen a nuestras mesas.
 
Hasta ahora se han hallado microplásticos de:
 
 

Riesgos para la salud humana

Cada vez hay más estudios centrados en intentar entender el impacto de estos minúsculos fragmentos de plástico en el cuerpo humano. Sobre todo ahora que, tal y como señalan varios trabajos, se ha hallado su presencia en varios órganos. "Hay dos grandes líneas de estudio. La primera, centrada en entender el impacto de los trozo de plástico en sí. Y la segunda, en analizar los peligros de los compuestos químicos que se utilizan en la elaboración de estos productos", afirma Eljarrat. Según explica esta investigadora, en el primer caso aún hay muchas incógnitas sobre los efectos de una "acumulación a largo plazo" de fragmentos de plástico en los órganos. Pero en el segundo caso, "la evidencia científica es cada vez más clara en señalar que estamos ante un fenómeno potencialmente peligroso para la salud".

Los científicos están rastreando restos de plásticos tan pequeños como:

El problema, según explica Eljarrat, estaría en los más de 100.000 compuestos químicos que se utilizan en la fabricación del plástico y que, en muchos casos, suponen más del 50% del peso del producto. "Algunos de estos plastificantes, aunque no todos, se consideran tóxicos y se han relacionado con varios problemas de salud", afirma la científica. Hay estudios que, por ejemplo, han relacionado la exposición a estas sustancias con un mayor riesgo de sufrir obesidad, diabetes, problemas de fertilidad y hasta ciertos tipos de cáncer. "En muchos casos, se trata de disruptores endocrinoses decir, unas sustancias que alteran el funcionamiento normal de nuestras hormonas y, en general, de todos los sistemas de nuestro cuerpo", añade la experta.

La exposición a algunos compuestos químicos utilizados en la elaboración del plástico podría asociarse a ciertos problemas de salud

¿Pero en qué momento estos pequeños fragmentos de plástico pueden convertirse en un problema para nuestra salud? ¿Existe una cantidad a partir de la cual es peligroso estar en contacto con estos materiales? ¿O es más cuestión de tiempo? "Los efectos de estos compuestos en el cuerpo humano no se ven de un día para otro. Nadie se pone enfermo al día siguiente de ingerir un fragmento de estos materiales ni desarrolla un cáncer un año después. Se trata de un proceso a largo plazo derivado de la exposición crónica", afirma Eljarrat, quien insiste en que "hay que tomarse en serio este problema pero no por ello causar alarma social".

 Eliminar los microplásticos es especialmente difícil porque su tamaño va desde:

 La comunidad científica insiste en señalar la crisis de los microplásticos como un problema de primera magnitud tanto para las personas como para el medio ambiente. Y es por eso mismo que, con cada vez más énfasis, se están reclamando "más medidas tanto políticas como legislativaspara frenar la expansión de este fenómeno.
 
La legislación avanza hacia la prohibición de productos que desprenden gran cantidad de microplásticos.
El año pasado, por ejemplo, la Unión Europea prohibió la comercialización de purpurina sintética, productos con microesferas de plástico y envases de un solo uso para reducir el impacto de este material en el medio. Asimismo, cada vez son más las depuradoras europeas que trabajan en "sistemas avanzados" para capturar los microplásticos que llegan a las aguas residuales para evitar así que lleguen al medio natural. Un equipo de investigadores de Barcelona también propuso utilizar una enzima para degradar las partículas más pequeñas de plástico. Todo en la línea de frenar cuanto antes la expansión de los microplásticos en el planeta.
 
Fuente: https://www.elperiodico.com/es/sociedad/microplasticos-como-son-donde-hay-sh/index.html