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En los últimos tiempos hemos hablado sobre los desechos que se acumulan en varios ecosistemas, a raíz de la COVID-19: guantes, mascarillas y otros productos infectados. Estos residuos se suman ahora a la gran lista de fuentes contaminantes, que por años han afectado el medio ambiente.

Pero si nos separamos por un instante del contexto actual, determinado por la pandemia, podemos preguntarnos: cómo evitar la acumulación de desechos en mares y suelos, cuándo aparecerán cambios de mentalidad para, por ejemplo, tener en cuenta el reciclaje como práctica cotidiana, con sus potencialidades sostenibles ante el agotamiento de los recursos naturales ¿Hay cultura del reciclaje en Cuba?

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Estas cuestiones nos invitan reflexionar porque si bien existen leyes, algunas empresas de recuperación de materias primas y proyectos que tienen como misión principal el reciclaje; Cuba respira todavía un gran atraso cuando de clasificar y reutilizar materiales se trata. A tal punto, que en casi el 99 por ciento de las localidades del país no hay tanques recolectores para desechos clasificados, o sea, los residuos destinados al reciclaje.

Y aunque los cubanos tenemos fama de “no botar nada” porque por ejemplo, un pomo de mayonesa se friega y puede servirnos para guardar otro alimento, sí es cierto que en cualquier latón de basura podemos ver los desechos todos juntos, desde un radio viejo, hasta restos de comida, libros y potes plásticos. Por lo tanto, mucha materia prima se pierde aquí.

También podemos mencionar los estragos hacia las aguas de nuestros ríos y mares. La carga contaminante de metales, productos orgánicos y plásticos van permeando, cada vez más, fuentes de vida indispensables.

Estudios publicados por la National Geographic manifiestan la gran cantidad de especies que quedan atrapadas anualmente, entre el cúmulo de basura. Aves, peces y mamíferos ingieren también pequeñas partículas de plástico como alimento; un aspecto relevante si pensamos en la salud de la propia población humana, cuando hablamos de cadenas alimenticias.

Por eso, el reciclaje se convierte en una vía responsable para evitar tantos océanos de basura. Hablamos de recuperar productos y emplearlos con valores agregados, una actividad que también genera puestos de trabajo.

Pensemos que por cada tonelada de papel reciclado, se salvan dieciocho árboles y con  una botella plástica, ahorramos la energía necesaria para mantener encendido un foco de 100 Watts durante 4 horas.

Reutilizar los desechos no se trata solo de una opción más o menos rentable económicamente, sino de preservar la naturaleza que nos queda. Más que una necesidad, reciclar es un imperativo que requiere, en primer lugar, un cambio cultural.

FUENTE: https://www.canalcaribe.icrt.cu

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