La contaminación ha alcanzado niveles insospechados, que impactan en los ecosistemas y desbordan los vertederos de basura. Es hora de pasar al modelo de ‘reciclar, reusar, remanufacturar y rediseñar’.
En los últimos años, el mundo ha presenciado un aumento masivo en la producción de este material. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), al año se producen 460 millones de toneladas de plástico.
De esas, más de la mitad son generalmente de un solo uso, las cuales en poco tiempo se convierten en desechos que inundan vertederos de basuras y ecosistemas. Al final, 280 millones de toneladas de plástico terminan en la basura, sostiene el PNUMA.
Seguir así es insostenible. El plástico puede tardar cientos de años en descomponerse y su acumulación en el medio ambiente se dirige hacia el punto crítico. Está comprobado que este tipo de contaminación sofoca la vida marina, le resta calidad al suelo, corrompe las aguas subterráneas y tiene consecuencias en la salud humana. Una muestra de su afectación en la naturaleza se evidencia en los océanos, donde hay más de 150 millones de toneladas de plástico. Se estima que, por año, entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos, de acuerdo con el Parlamento Europeo.
La misma Ocde, en su informe de noviembre de 2023, ‘Hacia la eliminación de la contaminación por plástico para 2040’, explica que el uso de plásticos seguirá creciendo, lo que aumentaría un 50 por ciento la fuga de plásticos al medio ambiente para 2040, equivalente a 30 millones de toneladas. De esas, más de 9 millones entrarían a ambientes acuáticos.
Uno de los grandes responsables de que haya plástico por doquier es el sector del envasado y el empaquetado, el mayor generador de desechos plásticos de un solo uso en el mundo, concluye PNUMA. De hecho, de todos los plásticos que se producen, 36 por ciento se usa en envases o embalajes, esto incluye plásticos de un solo uso de alimentos y bebidas, de los cuales el 85 por ciento son gestionados de manera inadecuada.
La producción de plásticos también contribuye a la emisión global de gases de efecto invernadero (GEI), propiciando el calentamiento global. La Ocde explica que, en 2019, los plásticos generaron 1.800 millones de toneladas de GEI, 3,4 por ciento de las emisiones globales. Para 2060 –estima la Ocde– las emisiones procedentes del ciclo de vida de los plásticos se duplicarán, alcanzando los 4.300 millones de toneladas de emisiones de GEI.
Sin embargo, el plástico no es el villano. Es un material versátil. Se emplea en la construcción, la industria automotriz, la electrónica, la medicina, los textiles, el hogar y la oficina, además de los empaques y embalajes, entre otros usos. Es casi omnipresente en la vida moderna, con aplicaciones que abarcan a la mayoría de las industrias, debido a sus propiedades.
Su impacto ambiental se debe, en gran medida, a su disposición, centrada en el desorden social, y a la falta de articulación de las innovaciones tecnológicas, explica Jorge Medina, director del Grupo de Materiales y Manufactura del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de los Andes, quien recientemente presidió la Conferencia Internacional de la Sociedad de Procesamiento de Polímeros (PPS39), el evento mundial más importante sobre polímeros, que se realizó por primera vez en Colombia este año.
“El problema de la contaminación por plásticos es sobre las estrategias que se pueden tener desde el punto de vista tecnológico y de la organización. La problemática está centrada en el desorden social. Si nos organizamos como sociedad, somos respetuosos con el manejo de los desechos, todo fluirá de mejor manera”, sostiene Medina.
Economía circular
La economía circular del plástico es un modelo de producción y consumo que busca minimizar el desperdicio y maximizar el uso eficiente de los recursos. En lugar de seguir el patrón tradicional de “tomar, hacer, desechar”, de la economía lineal.
De adaptarse este enfoque, se podría reducir 25 por ciento de las emisiones de GEI en todo el ciclo de vida del plástico mundial; los gobiernos se ahorrarían 70 mil millones de dólares entre 2021 a 2040 y se crearían 700 mil puestos de trabajo extra, principalmente en el sur global, agrega el PNUMA.
Los pilares de este enfoque van desde el reciclaje hasta el reúso; hacia la remanufactura y el rediseño, explica el profesor holandés Bart van Hoof, de la Facultad de Administración de Uniandes y experto en sostenibilidad ambiental en las organizaciones.
“La economía circular tiene tres principios básicos: la regeneración de materiales, esta se puede hacer a través de la circularidad, y el reciclaje, tanto mecánico como químico. El otro es el diseño, un ejemplo es que en los envases y empaques se pueden disminuir los espesores de plástico, pero también en algunos casos el diseño puede hacer que el uso del plástico sea más eficiente a partir de envases retornables. Y el último, es la innovación como los biodegradables, que hacen que no existan residuos de plásticos”, ejemplifica Van Hoof, quien añade otros modelos de economía circular: la fabricación de productos a partir de plásticos reciclados (por ejemplo sillas o marcos para gafas), la reparación y remanufactura de componentes plásticos (partes de electrodomésticos que se rompen), la economía de la devolución (con cartuchos de impresoras), la producción de textiles a partir plásticos reciclados, el desarrollo de envases compostables, entre otros.
El profesor brasilero Marco Aurelio De Paoli, de la Universidade Estadual de Campinas, y una de las autoridades mundiales en química con énfasis en polímeros, explica que hoy no se puede vivir sin polímeros (plásticos), y que la clave está en reducir las externalidades, todos aquellos efectos secundarios de la actividad económica en relación con los plásticos:
“Para llegar a la economía circular hay un largo camino. Necesitamos que la sociedad lo entienda, que no deseche los artículos plásticos de forma inadecuada, este es el primer paso. El segundo paso, es desarrollar la tecnología de todos los sistemas químicos industriales a gran escala, para reutilizar los productos de donde se obtienen de los polímeros. Hay que acelerar este proceso”, complementa De Paoli.
A su vez, la investigadora española Elena Corella Puertas, doctora en Ingeniería Química de la Universidad de McGill, quien investiga los ciclos de vida de los polímeros, expresa que los beneficios de la economía circular no solo se ven desde el punto de vista medioambiental, sino también en lo económico.
“Estudios demuestran que, si no invertimos en detener el cambio climático, mitigarlo y adaptarnos a ello será cada vez más complejo y costoso”, afirma.
Es necesaria una nueva mentalidad para reducir la contaminación por plásticos, que salga de lo lineal de la extracción y el desecho de recursos, y entre en la circularidad del reciclaje, el reúso, la remanufactura, el rediseño y la innovación.
“El desafío es que hacen falta cambios. Estamos lejos de una economía circular, tenemos muchos plásticos de un solo uso. Están por todos lados, y hacerles frente requiere de un cambio en la manera de pensar, de consumir y de producir. Va a tomar tiempo para la industria y para quienes legislan. Hay que empezar a cambiar el chip, más tarde costará más energía y dinero”, finaliza Corella.
Fuente: https://www.eltiempo.com/vida/medio-ambiente/el-mundo-se-ahoga-en-plastico-el-salvavidas-la-economia-circular-3359785