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El análisis del recorrido de 10 productos cotidianos después de tirarse a la basura muestra las incoherencias de un sistema de reciclaje en el que casi la mitad de los desechos todavía acaba en un vertedero.

En la Unión Europea hace ya tiempo que los residuos dejaron de considerarse basura: el objetivo es conseguir que los desechos sigan un proceso circular para que puedan aprovecharse una y otra vez como materia prima en la fabricación de nuevos productos. Esta es la teoría, claro. En la práctica, en España casi la mitad de los residuos domésticos sigue acabando en un vertedero, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Para profundizar en el complejo mundo de los desechos, analizamos 10 artículos cotidianos a través de cuatro fases clave: su diseño y fabricación, la recuperación del residuo, su reciclaje y su uso como nueva materia prima.

En 2020 se vendieron en España cerca de 5.800 millones de briks, una de las cifras más altas de Europa. El grupo Tetra Pak asegura que todos estos envases se fabrican con celulosa virgen de bosques certificados, pero también reconoce que en su elaboración no se puede utilizar ni un gramo de material reciclado. Es decir, aunque con un brik sacado de la basura se puede obtener buen cartón reciclado, resulta imposible utilizarlo para fabricar otro nuevo brik, siempre hace falta extraer nuevos materiales vírgenes.

Hay otra cuestión que llama la atención con este envase que concierne a todo el sistema. Según la actual forma de calcular las estadísticas de residuos, la tasa de reciclaje de los briks en España sería bastante alta: un 80%. Sin embargo, como explica Silvia Ayerbe, directora de estrategia de Ecoembes, este porcentaje se refiere a los residuos entregados a los recicladores, antes de llevar a cabo cualquier transformación. Se hace así en toda Europa, pero esto puede distorsionar la realidad, al no tener en cuenta las pérdidas en el proceso de reciclaje. Con los briks resulta muy evidente, pues una parte de estos envases no se puede reciclar. Están compuestos de varias capas de cartón, plástico y aluminio difíciles de separar: el cartón sí se recicla, pero no la mezcla de plástico y aluminio, que se manda al vertedero o a incinerar. “No es la situación ideal, desde luego, y estamos trabajando en esto para mejorarlo”, comentan en Tetra Pak.

Los biorresiduos (restos de comida y podas) suponen en peso la parte más abundante de los residuos urbanos: un 35,9%, según cálculos de la Fundación para la Economía Circular. Y también son los que en mayor cantidad acaban en el vertedero. Hoy en día ya hay puntos del país en los que funciona la recogida selectiva de orgánico para transformar parte de estos desechos en compost, que a su vez se puede aprovechar para suelos agrícolas donde producir otra vez alimentos. Sin embargo, como incide Ángel Fernández, presidente de la Fundación para la Economía Circular, el contenedor de orgánico todavía está muy poco implantado en la gran mayoría de las comunidades autónomas. “Las únicas en las que está más generalizado son Navarra, Cataluña y País Vasco”, precisa. Asimismo, no hay datos para saber cómo se está aprovechando luego el compost que sale de estas plantas de compostaje.

El proyecto de ley de residuos que tramita el Gobierno fija que la recogida selectiva de orgánico deberá estar establecida en todas las entidades locales de más de 5.000 habitantes antes del 1 de enero de 2022 y en el resto antes del 1 de enero de 2024. “El talón de Aquiles de España es la cantidad de residuos que va a vertedero, se está yendo a vertedero basura en masa directamente sin tratar”, destaca Fernández, que considera que son dos los problemas principales: estos biorresiduos y el textil.

La ropa que se tira a la basura va al vertedero o se incinera. Basta leer la etiqueta de cualquier prenda para darse cuenta de la enorme mezcla de tejidos distintos de la que está hecha, a lo que hay que sumar cremalleras, metales, abalorios.... El calzado resulta todavía casi más llamativo, pues puede incorporar goma, textil, cuero, metales, plástico y hasta madera. Aunque las estadísticas oficiales dicen que ya hay una parte de textil que sí se recicla, esto se refiere a los recortes de la confección y la fabricación. “Reciclamos el textil posindustrial que no está confeccionado, pero no podemos hacerlo con las prendas usadas o las que no se venden”, señala Pedro Andrés, presidente de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil. “Los diseñadores tienen que empezar a pensar en el final de la vida del producto y no solo en que sea bonito”, subraya. La futura ley de residuos establece la obligación de recoger de forma selectiva los residuos textiles antes del 31 de diciembre de 2024 (al igual que los aceites usados o los domésticos peligrosos). Sin embargo, Andrés considera que transformar la ropa en algo que se pueda volver a utilizar en la fabricación de productos nuevos “no es de hoy para mañana”. Sí parece más factible mejorar la calidad de la ropa para que dure más y pueda ser usada por más personas distintas. “Hace falta mucha investigación y desarrollo y mucha educación escolar”, incide el reciclador de textil.

Una botella de vidrio puede reutilizarse o reciclarse tantas veces como se quiera sin perder sus propiedades, siendo uno de los mejores ejemplos de proceso circular. Está formada de un único material, su recogida selectiva con los iglús verdes es de las que mejor funciona y su uso para fabricar nuevas botellas resulta muy sencillo y ventajoso (pues se funde en los hornos de las vidrieras a menor temperatura que la materia virgen). Sin embargo, según los datos de la Asociacion Nacional de Fabricantes de Envases de Vidrio (Anfevi), hoy en día todos los envases de vidrio fabricados en España incorporan en su conjunto un 44% de casco reciclado, teniendo que cubrir el resto con materiales vírgenes (arena, carbonato sódico, caliza). ¿Por qué este porcentaje si se recoge un 76,8% de los envases de vidrio? Según los fabricantes, esto ocurre sobre todo porque España es un país netamente exportador de envases de vidrio, ya sea vacíos o rellenos de productos como vino o aceite de oliva. Así pues, una parte de los 2,6 millones de toneladas de envases de este material aquí fabricados terminan en otros países y salen del círculo.

Existe otro factor que influye en el uso del material reciclado en cada botella: su color. El vidrio recuperado que sale de los iglús españoles es una masa compuesta principalmente por tonos verdes y marrones (por la mayor proporción de botellas de vino y cervezas). La mezcla puede incorporarse directamente a los hornos para fabricar botellas verdes o marrones, pero no así para las transparentes. Aunque esto no es determinante ahora mismo para el conjunto del sistema, sí lo puede ser si se quiere aumentar de verdad ese 44% incorporando más material reciclado a las botellas transparentes. “Otros países donde fabrican mayor cantidad de vidrio blanco —transparente— han implantado sistemas de recogida por colores”, señala Anfevi, que también recalca que cada vez se están incorporando en las plantas más sistemas ópticos para recuperar los trozos sin color de forma automatizada. “Aunque aún no alcanzan niveles óptimos de separación, están mejorando muy rápidamente”.

 

El plástico es en la actualidad uno de los materiales con peor reputación ambiental, por su propagación descontrolada por todo el planeta. Una circunstancia todavía más difícil de explicar cuando se comprueba que muchos de estos productos se utilizan para un único uso o para usos en los que hay una alternativa que no genera residuo. Por eso, la próxima ley de residuos española obliga a reducir la utilización de plástico e incluso prohíbe algunos artículos de usar y tirar (como cubiertos o platos desechables o pajitas). Teniendo en cuenta todo esto, hay que decir que una botella de PET (tereftalato de polietileno) sí puede realizar perfectamente un viaje circular. De hecho es el primer plástico cuyo material reciclado está autorizado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) para utilizarse en productos de uso alimentario, como una botella de agua.

El proyecto de ley de residuos establece que todas las botellas de PET deberán incorporar un mínimo de 25% material reciclado para 2025 y de un 30% para 2030. Que el plástico vaya a estar en contacto con los alimentos aumenta las exigencias de pureza del material reciclado y los requisitos para el cribado del residuo. De hecho, según un informe reciente sobre PET reciclado realizado por el Centro de Innovación y Desarrollo para la Economía Circular, de las grandes balas de este material recuperado que compran en subasta los recicladores solo se puede aprovechar un 45-50% para obtener PET reciclado de uso alimentario con el que fabricar otra vez una botella. Y uno de los principales motivos es otra vez el color. “Las botellas rojas no nos valen para esto porque no hay un flujo suficientemente grande para crear un material de ese color”, especifica Óscar Hernández, director de la Asociación Nacional de Recicladores de Plástico (Anarpla). “Desde el punto de vista del ecodiseño, no tiene sentido que existan las botellas rojas o azules”.

 
Por separado, los plásticos se pueden reciclar y pueden ser circulares. Sin embargo, los hogares generan residuos con una enorme amalgama de polímeros. De todos ellos, en las plantas de reciclaje de plásticos se diferencian cuatro flujos: PET (las botellas de agua), polietileno de alta densidad (las botellas blancas de leche y envases de productos de limpieza), formatos film (bolsas y envoltorios que pueden estar hechos de polietileno de baja densidad o polipropilenos…) y lo que se denomina plástico mezcla, donde se juntan todas las demás variedades: por ejemplo, un envase de yogur (que suele ser de poliestireno). Óscar Hernández, director de la Asociación Nacional de Recicladores de Plástico, afirma que en España se puede reciclar hasta el plástico film fino que en el resto de Europa se incinera. No obstante, también admite que el resultado final depende de cómo estén diseñados los productos y lo bien que puedan separarse los materiales. “Los recicladores no podemos hacer magia, lo que entra es lo que sale”, sentencia. Según explica, en España hay plantas que separan el envase de yogur de poliestireno, pero por lo general se recicla dentro del flujo del plástico mezcla y en este caso lo que sale es una granza de baja calidad que suele utilizarse para fabricar mobiliario urbano u otras aplicaciones no muy exigentes.
El papel y cartón están compuestos de fibra de celulosa, un material que funciona muy bien para el reciclaje, aunque con un número de veces limitado. Como señala Manuel Domínguez, director de la Asociación Española de Recicladores Recuperadores de Papel y Cartón (Repacar), “una fibra de celulosa tiene el tamaño de un pelo y puede dar cerca de 10 vueltas en el sistema”. En cada viaje circular, su longitud se va acortando, lo que obliga a ir añadiendo material virgen. Aun así, para fabricar todo el papel y cartón en España se usan 1,8 millones de toneladas de fibra virgen y 4,4 millones de toneladas de fibra recuperada, según los datos de esta organización. Estos números son tan altos por la gran eficacia en la recogida de material usado de empresas y establecimientos comerciales. De hecho, el contenedor azul de los ciudadanos aporta apenas un 18% del total recuperado. Por eso preocupa a este sector el aumento del comercio electrónico: muchas cajas que antes se quedaban en los comercios ahora están llegando a las casas y depende de cada ciudadano que acabe en un contenedor para cartón.

Las cápsulas de café son un ejemplo evidente de cómo el diseño puede complicar la gestión de un residuo. Aunque desde hace un año funciona un proyecto piloto en Valencia para recuperarlas a través del contenedor amarillo, para la mayor parte de los hogares da igual en qué cubo se tire porque no se recicla, por su pequeño tamaño y por la inexistencia de un canal adaptado para procesar este residuo. Así pues, hoy la mayoría de las cápsulas acaban en un vertedero o en una incineradora. Hay alguna marca que las recoge en sus tiendas y ha creado sistemas propios para su tratamiento. Pero los porcentajes son mínimos. Pasada más de una década de la creación de su sistema de recuperación en España, Nespresso asegura que con su red de 1.900 puntos de recogida hoy consigue una tasa de reciclaje del 10%. Y en este caso se trata de las cápsulas de aluminio, las que mejor pueden aprovecharse, cuando en el mercado hay ya muchos otros tipos fabricados en plástico.

El pasado 20 de marzo, entró en vigor la ley autonómica de residuos de las islas baleares, que aparte de introducir nuevas normas para reducir la generación de residuos y aumentar la reutilización y reciclaje, también impone por primera vez restricciones a las cápsulas de café: se supone que a partir de ahora solo se pueden vender las que sean compostables o se puedan reciclar fácilmente. De momento, en el supermercado no ha cambiado nada. “Las primeras inspecciones van a ser más informativas que para levantar expedientes sancionadores”, señala Miquel Colom, jefe del servicio de residuos del Gobierno balear, que lamenta “la falta generalizada de datos fiables sobre residuos”.

En España se consumen aproximadamente 8.000 millones de latas de bebidas al año. Antes todas estaban hechas de acero, pero hoy en día más de dos terceras partes son de aluminio. Como otros metales, una lata de aluminio puede reciclarse muy bien y tener muchas vidas, con un impacto considerablemente menor que el material virgen. Según la Asociación de Latas de Bebidas, hoy se recupera un 71% de estos envases. Sin embargo, este porcentaje baja hasta el 52% cuando se incluyen otros productos de aluminio, como envoltorios o barquetas. Para Silvia Ayerbe, de Ecoembes, la explicación está en la eficacia limitada de la tecnología para apartar este metal en las plantas de selección a las que llegan los residuos mezclados (las que no se tiran al contenedor amarillo). Aunque la separación magnética del acero es muy eficiente, no sucede lo mismo con el sistema de corriente de Foucault usado para recuperar aluminio cuando estas se encuentran mezcladas con muchos desechos. Así, como indica Juan Ramón Meléndez, director de la Asociación de Latas de Bebidas, “si se tiran 100 latas en el contenedor amarillo se rescatarán 97 y se perderán 3, pero si se tiran esas 100 al contenedor normal o a una papelera de la calle entonces se recuperarán cerca de 41”.

Aunque no están incluidos entre los residuos urbanos, otros de los desechos generados en los domicilios de los españoles son los aparatos eléctricos y electrónicos, que van desde una tostadora a un teléfono móvil o un frigorífico. La directora de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER), Alicia García-Franco, asegura que son cerca de 2.000 los productos de este tipo, cada uno con unas características muy distintas. En el caso de la recogida de los residuos, por ejemplo, esta funciona bien con electrodomésticos grandes, como ocurre cuando al comprar una nevera se llevan la antigua. Sin embargo, la recuperación resulta mucho más compleja para productos más pequeños, como un reloj. “La gente no suele llevar un reloj a un punto limpio, no lo ve como un aparato electrónico”, incide García-Franco. Así mismo, una vez triturado el producto, resulta factible recuperar los metales más comunes, e incluso algunas fracciones pequeñas, pero esto se complica cuando en los equipos electrónicos hay materiales más sofisticados, como tierras raras.

En lo que respecta a la incorporación de materiales reciclados, para volver a comenzar el ciclo, la directora de FER asegura que hoy el 76% del acero producido ya pasó por otras vidas, así como el 80% del cobre o el 100% del plomo. Pero las cantidades son mínimas o nulas en otros componentes de plástico, goma, textiles… Con todo, la etapa más decisiva sigue estando al comienzo del círculo, en la fase en que se diseña el producto. Como destaca García-Franco, la nueva legislación incide en promover el ecodiseño para favorecer no solo la reciclabilidad de estos productos, sino también que sea fácil su reparación. Lo contrario de lo que ocurre hoy con muchos aparatos.

“NO EXISTEN LOS ENVASES 100% RECICLABLES”

En contra de los reclamos publicitarios de algunos productos del supermercado, Raquel Iglesias avisa: “No existen los envases 100% reciclables”. La directora de Dríade SM, consultora que certifica la reciclabilidad de este tipo de artículos, asegura que esto no es posible ni siquiera con los materiales más adecuados, como los metales o el vidrio. De forma reciente, su empresa ha asesorado a una marca para mejorar todo lo posible una lata de aluminio y, después de reducir las tintas de fuera y el recubrimiento del interior de estos envases, llegaron a un 98% de reciclabilidad. “Una botella solo de vidrio, sin tapón y sin etiqueta podría llegar a ese 100%, pero no hay un ningún producto que salga así al mercado”, afirma.

Metodología: En la fase de diseño y fabricación, se ha tenido en cuenta si el producto sigue los principios del ecodiseño y la necesidad real de la generación del residuo. En la de recogida, se ha considerado el dato de recuperación dado por el propio gestor de ese residuo (pudiendo haber en ocasiones otras estimaciones a la baja) y los problemas de su vertido en la naturaleza. En la de reciclaje, se ha valorado la calidad del producto resultante del proceso de reciclaje. Finalmente, en el de materia prima, se ha analizado hasta qué punto la materia reciclada resultante es aprovechada para volver a fabricar ese producto. En caso de dudas o datos poco claros, se ha optado por la valoración media.

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Desarrollo del reportaje: Jacob Vicente López.

FUENTE: https://elpais.com/

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