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En Noruega, desde 2007, 100 cabinas telefónicas obsoletas por el avance tecnológico se han reciclado como bibliotecas abiertas en las que la gente dona y retira libros.

 Reciclar, reutilizar y dar una segunda vida a las cosas se han transformado en Europa casi en obsesiones. La idea es contaminar cada vez un poco menos y bailando esa música florecen los mercadillos retro en los que por 8 euros, por ejemplo, se puede comprar un precioso juego de 6 tazas de té de Baviera con sus platos de virola dorada. Vestir ropa de segunda mano es moda entre los adolescentes y la noción de compartir adquiere nuevos bríos en esos atuendos remix: poca plata, mucha onda.

En Noruega se promueve también que la gente recicle lecturas. De las 6000 cabinas de teléfonos públicos que existían en el país, en 2007 se decidió preservar 100. Diseminadas a lo largo de toda esa geografía aflautada se han transformado en bibliotecas abiertas, cuyo fondo lo decide y modifica el fervor de los lectores.

“Toma un libro – Regala un libro”, anima el cartel y los que esperan en los estantes, muy baqueteados, dan cuenta de las decenas de manos que los trajinan. “Incluso cuando ya no suena el ring, nuestras cabinas telefónicas tienen importantes historias que contar. Historias de tiempos en los que no podías llevar tu teléfono de paseo en el bolsillo. Historias sobre nosotros”, se lee dentro.

 Empezamos alquilando computadoras en los cibercafés y continuamos con otras máquinas. Al amparo de la economía colaborativa, autos, monopatines y bicicletas de alquiler ya forman parte del paisaje urbano a nivel global con tantas credenciales como los bancos de las plazas. Pero lo de compartir paraguas, confieso, me tomó por sorpresa. “A prueba de tormentas” y resistentes como para tolerar el rigor del clima nórdico, promete el cartel.

 

   Para reciclar y/o ahorrar, una cadena de hoteles noruega invita a sus huéspedes a alquilar paraguas en lugar de comprarlos.

Los suspicaces dirán (no sin algo de razón) que suena a nueva picardía de los hoteles que hace años vienen trabajando la buena conciencia de sus huéspedes para no cambiar toallas con tanta frecuencia y ahorrar costos. La lluvia, parece, exalta la creatividad: en lugar de prestarte un paraguas como solían hacer los conserjes de antaño, una cadena noruega te invita a que alquiles uno por 48 horas por dos euros y medio.

“Compartir es cuidar”, dice el aviso. “Cuando los paraguas se comparten, se fabrican para durar más y los hoteles desperdician menos”, se sinceran. La frutilla del postre es el compromiso de la marca de plantar un árbol en Nicaragua por cada paraguas alquilado. Dudo que alguien viaje a verificar si están cumpliendo.

Fuente:  https://www.clarin.com/opinion/compartir-manera_0_x7qEmETTkf.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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